Diseñamos para Google, pero pensamos en humanos
Explora cómo el SXO nos invita a replantear el diseño digital desde una mirada ética y humana. Una reflexión sobre lenguaje, cultura y la estética de lo imperfecto en tiempos de IA.
Elizabeth Román
8/1/20254 min read


Cuando el lenguaje cambia, cambia la cultura
Me pasa mucho últimamente que estoy normal pensando algo y luego me doy cuenta que lo estoy pensando con perspectiva SEO o digitalizado no sé si me explico, como en lenguaje máquina, y ya estoy en el punto que me pregunto: Cada vez que escribo un mensaje, un blog, una landing, una interfaz… lo que sea ¿le estoy hablando a una persona o a una máquina?
No es una pregunta técnica, es una pregunta cultural. En el mundo digital de hoy, la forma en que usamos el lenguaje está siendo transformada por la necesidad de ser legibles para algoritmos. El SEO nos dice cómo titular. Las IAs nos dicen cómo estructurar. Las plataformas nos dicen cómo optimizar, y cuando estudias programación o carreas tech te cambia la percepción el pensamiento lógico y siempre tener esas sintaxis en mente. Es así como nosotros, sin darnos cuenta, vamos ajustando nuestro pensamiento, nuestras palabras y hasta nuestras emociones… para que la máquina nos entienda mejor.
Esto no es inocuo. Cuando el lenguaje cambia, cambia nuestra forma de percibir el mundo. Lo decía Wittgenstein: “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. ¿Qué mundo estamos construyendo si escribimos, diseñamos y creamos solo para gustarle a Google?
Aquí es donde entra el SXO (Search Experience Optimization), pero no como técnica, sino como excusa para pensar más hondo. Porque hablar de experiencia no solo es hablar de conversiones. Es hablar de cómo se siente habitar lo digital. Y eso, al final, es una cuestión profundamente humana.
La estética de lo humano. Lo imperfecto se vuelve valioso
En medio de esta lógica de automatización y precisión algorítmica, lo humano se vuelve una estética en sí misma. Como si estuviéramos buscando en lo más fondo del sistema algo que nos devuelva la sensación de estar vivos.
Una interfaz con una frase escrita a mano.
Un correo con frases cercanas, un poco de informalidad que hacen parecer sinceros.
Un video donde alguien es espontáneo, respira, se traba, se equivoca y se naturaliza.
Todo eso que antes se consideraba poco profesional, hoy se resignifica como auténtico.
¿Por qué? Porque el mercado digital está sobresaturado de perfección sintética. Y en esa perfección, conectar con la mayoría de las personas, se vuelve muy difícil. Por eso, lo humano —con su tono informal, sus pausas, sus imperfecciones— empieza a valorarse como una estética contrahegemónica.
Desde la antropología digital, podríamos decir que lo humano se está convirtiendo en un signo de resistencia simbólica: una forma de decir “aquí hay alguien detrás de esta pantalla, no solo un flujo automatizado de contenido”.
En Babel Cultural lo hemos explorado: la estética es también ideología. Y hoy, la estética de lo humano es una forma de protesta silenciosa contra la cultura de la máquina.
Una ética del diseño digital, más allá de la usabilidad
En diseño digital se habla mucho de usabilidad, accesibilidad, eficiencia. Pero poco se habla de ética.
Diseñar implica tomar decisiones sobre cómo se moverá alguien en un espacio digital. Qué verá primero. Qué se le ocultará. Qué lo empujará a actuar. Esas decisiones no son neutras: son actos de poder.
La ética del diseño digital empieza preguntándose cosas incómodas:
¿Estoy diseñando para facilitar… o para manipular?
¿Estoy guiando al usuario… o empujándolo a hacer lo que me conviene?
¿Estoy generando claridad… o disfrazando complejidad para que no la cuestione?
Cuando todo puede ser optimizado con datos, el verdadero valor está en aquello que no se puede medir fácilmente: la confianza, la comprensión, el respeto. Lo que no aparece en los dashboards pero sí en la experiencia vital del usuario.
Y aquí, la ética y la estética se encuentran. Porque un diseño ético también es un diseño bello. No por su forma, sino por su fondo: porque cuida la relación entre humanos en entornos mediados por tecnología.
Una defensa de lo sensible
Hoy más que nunca, diseñar para humanos no es una estrategia UX. Es una toma de postura frente a la cultura digital.
Es decir: sí, usamos datos, IA, SEO, automatizaciones… pero lo hacemos sin olvidar que del otro lado hay una persona, con emociones, dudas y deseos. Alguien que no busca solo respuestas, sino comprensión.
Volver al lenguaje humano no es retroceder. Es defender la sensibilidad en un mundo cada vez más insensible.
Al final, yo también hago SEO. Pero no quiero dejar de hacer preguntas.
Más allá del SEO: lo que viene
¿Y si optimizar no fuera solo una técnica, sino una forma de pensar el mundo?
Esta nota es solo el inicio de una conversación más profunda. En próximas publicaciones exploraremos ideas como:
Analfabetismo emocional digital: la dificultad para leer emociones e intenciones humanas en entornos automatizados.
Economía de la atención: cómo el diseño digital moldea lo que miramos, cuánto tiempo lo miramos… y qué olvidamos.
Nostalgia como estética de resistencia: en un mundo saturado de perfección algorítmica, lo humano, lo roto y lo vintage se vuelve valioso.
Diseñar para humanos no es una tendencia, es una postura.
¿Te interesa explorar más sobre la dimensión ética y cultural de lo digital?
Lee más reflexiones en 👉 babelcultural.com, donde desmenuzamos el lado humano y simbólico de internet.